En voz alta

Érase una vez un obrero que trabajaba catorce horas diarias en la construcción de un  nuevo Corte Inglés. No le parecía bien estar allí, quería vivir una vida mejor, pero no era capaz de hacerlo.

Mientras él estaba trabajando, un pensamiento iba dando vueltas por los pasillos oscuros de su cerebro. Era un pensamiento sin sexo. No se parecía a los pensamientos masculinos, siempre dedicados al fútbol, ni a los femeninos, que sólo pueden hablar de la moda. Nuestro pensamiento era diferente. No quería pasar su vida en estos pasillos negros, quería abandonar al obrero y a sus compañeros, siempre hablando de cerveza. Sabía que él había nacido para otras cosas. Los demás por eso le llamaban „el Orgulloso.” Para él la única opción era salir de ese lugar tan oscuro.

Por eso, un día habló con Glándula Pituitaria, el jefe del sistema nervioso, para que le diera el permiso para emigrar del cuerpo del obrero.

-         ¿Y usted por qué quiere irse de este lugar tan maravilloso? – preguntó el jefe.

-         No hay suficiente luz aquí – respondió el pensamiento -, la falta de luz no es muy sana. Mire a los que están andando por los pasillos.

-         Creo que ellos no tienen problemas de salud.

-         Ellos no, pero yo sí, ¡estoy ahogándome en esta oscuridad!

Glándula Pituitaria se echó para atrás en su sillón negro y pensó en el caso del pensamiento durante diez minutos. Se dio cuenta de que si había un pensamiento que era diferente de los demás, podía ser que hubiera otros también y que, si ellos se juntaran, podrían acabar con el sistema cerebral del obrero. Eso no sería bueno para nadie – pensó el jefe.

-         Bueno – dijo por fin la glándula principal -, te doy permiso para emigrar. Puedes salir cuando quieras.

El pensamiento salió del despacho con una enorme felicidad. Quería salir lo antes posible. La manera más rápida era convencer al obrero de que dijera el pensamiento en voz alta. Por eso fue directamente hacia la Red de Arterias para llegar a la boca con la ayuda de la sangre, donde por fin podría abandonar esos pasillos oscuros. Pero nuestro pensamiento no llegó a la boca, por culpa de los glóbulos rojos que estaban  de huelga. Así que no tuvo otro remedio que salir por la nariz.

El obrero no sabía nada de lo que pasaba en su cerebro, estaba tranquilo, muy cerca de la calle, donde había gente paseando. De repente el obrero estornudó y el pensamiento fue arrastrado por el viento. Miró el mundo con ojos de bola de golf; estaba muy sorprendido de ver la calle, los coches, la gente, el cielo, todo lo que nunca habría podido ver si se hubiera quedado en el cerebro del obrero. No tuvo mucho tiempo para observar el mundo, porque un chico pasó por allí, por donde el pensamiento iba volando y chocaron. En el siguiente momento estaba en el cerebro del muchacho, rodeado de pensamientos masculinos y femeninos también, pero ellos eran distintos de los del obrero: los masculinos hablaban de deportes y de las chicas; los femeninos charlaban sobre los nuevos zapatos del Nike. ¿Qué carajo es Nike? – se preguntó nuestro héroe, mientras constataba que ese cerebro no era el que había buscado.

-         ¿Tienes permiso para estar aquí? – le preguntó un pensamiento de dos centímetros con músculos de boxeador.

-         A nosotros no nos gustan los extraños – dijo uno femenino, la novia del boxeador.

-         Yo sólo quería… - respondió nuestro pensamiento, pero no pudo acabar su frase.

Los otros pensamientos empezaron a pegarle por haber entrado sin permiso y por tener un acento extraño, de lo que él nunca se había percatado antes. Verdaderamente, no tenía ningún acento, porque los pensamientos no suelen tenerlo, excepto los que estudian lenguas. El extraño no entendía, por qué le daban golpes y por qué lo introdujeron en el torrente sanguíneo cuando estaba casi desmayado. Mientras estaba diluyéndose en la sangre, intentó adivinar a dónde iba en aquel momento.

Cinco minutos después, el pensamiento se encontraba en la pared de una casa amarilla en forma escrita. Fue obra de los dedos de un chico que lo había escrito en la pared con un spray. Había emigrado por segunda vez, pero seguía sin sentirse bien, le dolían las manos y las piernas (secuelas de la pelea contra los otros pensamientos). Estaba triste, pero seguía sintiendo que había nacido para algo importante.

No tuvo que esperar mucho para su siguiente emigración: una mujer de veinticuatro años cruzó la calle donde el pensamiento estaba pintado en la pared. La muchacha iba a casa cuando lo vio y, como el grafiti le pareció nuevo, se paró a leerlo. Así el pensamiento entró en su cerebro con una mezcla de miedo y esperanza: la esperanza de ser aceptado por los pensamientos ”aboriginales”*. Ellos no le hacían mucho caso: le observaban un poco y después seguían su camino por los pasillos pintados de color rosa. Allí dominaban los pensamientos femeninos, que trataban de la moda, las telenovelas, el maquillaje, etcétera. Aunque no le pegaron, nuestro héroe no se sentía muy bien allí. Este no es el lugar donde debería estar – pensó. Sintió el deseo de volver a emigrar.

-         ¿Qué haces aquí? – le preguntó un pensamiento femenino. – Parece que te has perdido.

-         Pues… - el pensamiento extraño no sabía qué decir. Sintió que esa mujer no quería pegarle. Era demasiado guapa para hacerlo. Por alguna razón confió en ella. – ¿Cómo podría salir de aquí lo más pronto posible?

-         Bueno. – el pensamiento femenino pensó un poco y de repente empezó a gritar: - ¡Chicas!

En aquel momento aparecieron las amigas de la muchacha para ayudar a nuestro pensamiento. Una de ellas era la novia del hipotálamo y a través de él pudieron conseguir que el pensamianto inmigrante abandonara el cerebro de la mujer. El hipotálamo conocía muy bien al jefe del Sistema Nervioso Centraly él era amigo de su jefe. Gracias a ellos, en media hora el pensamiento ya estaba en el teléfono móvil de la muchacha y a punto de ser enviado.

A las nueve de la tarde un muchacho estaba esperando a que el semáforo se pusiera en verde delante de un paso de cebra, rodeado de gente irritada, porque todos llegaban con retraso a sus citas. El muchacho oyó el sonido de su móvil y lo sacó del bolsillo. Había recibido un mensaje y lo leyó en voz alta. A través de ese mensaje el pensamiento escapó del móvil de la mujer. El pensamiento fue increíblemente feliz, porque alguien, por fin, dijo en voz alta su contenido.

Un hombre de treinta y cinco años oyó lo que el muchacho había dicho y con eso, el pensamiento pudo entrar en su cerebro, donde todo le parecía familiar y, aunque no había visto el lugar antes, se sentía muy cómodo allí.

Ahora sí, había llegado a donde siempre quiso estar.

* Juego de palabras entre la expresión “pensamiento original” y el adjetivo “origen”.